
Hoy mas que nunca el periodismo no puede parar pero mucho menos urgir la dignificación de su ejercicio en tiempos críticos de desinformación.
El primero de mayo Chicas Poderosas cumplió 10 años de ser un movimiento internacional liderado principalmente por mujeres que desafían los medios de comunicación a la diversificación e inclusión de nuevas voces tanto en las narrativas como en los espacios de trabajo. Una década en la que el desarrollo de tecnologías ha sorprendido al sector de los medios de la información por las oportunidades y desafíos constantes al cambio desde las formas de financiación, sus formatos y plataformas.
Los adelantos tecnológicos han permitido la inclusión de nuevas narrativas, pero también conducido a la sobrecarga informativa o la infoxicación. Con esto también hemos visto el incremento exponencial de propaganda, censura y desinformación. Es por esto, que más allá de hablar sobre cómo aprovechar la Inteligencia Artificial (IA) en el periodismo y la comunicación, desde la mirada de Chicas Poderosas reflexionaremos sobre su influencia en el sector y los desafíos éticos de la profesión.
Un tema muy importante y propicio para las conmemoraciones de mayo con el día internacional del trabajo, el día internacional de la libertad de prensa y el aniversario de un ciclo en Chicas Poderosas.
¿Toda crisis es una oportunidad?: El debate mediático de la IA en el periodismo y la comunicación
Con la entrada de los nuevos prototipos de chatbot como ChatGPT, Bing y Bard Ai, el debate general sobre el uso e impacto de la IA principalmente se ha abocado a decidir si representa una oportunidad o una preocupación para todos los sectores ante el desconocimiento total del funcionamiento de esta tecnología.
Aunque expertos de estas tecnologías han alertado la necesidad de pausar, o inclusive detener su desarrollo por el peligro que representan para la faz de la tierra, el debate sobre el impacto de la IA en las redacciones y medios de comunicación se ha centrado en sus beneficios para facilitar el trabajo diario, el trabajo fatigoso o el que no podemos procesar del mismo modo que lo hace una máquina.
Algunos mencionan los desafíos éticos o delinean las dificultades en aumento para distinguir la verdad y la mentira, pero la gran parte de publicaciones en web o redes sociales parecen subirse a la tendencia en el que dejan a la vista su asombro de cómo seguimos sin saber redactar un prompt optimizado o sin explorar prototipos más allá de ChatGPT.
¿Qué impacto letal podría tener la IA en los medios de comunicación? Nos podríamos preguntar con escepticismo cuando se suele hablar del avance tecnológico “inevitable” y los cambios continuos que el sector de los medios tiene que afrontar para mantenerse relevante y estar “más cerca de sus audiencias”.
Vale la pena recordar que estos avances con la llegada de internet y las redes sociales ha multiplicado la distribución de desinformación y propaganda contribuyendo a la crisis de credibilidad en los medios.
Vivimos en un mundo digital inundado por propaganda, pues existen cuentas falsas cómo bots, cyborgs o campañas de astroturfing o estrategias para condicionar la opinión pública. Inclusive casos de explícita corrupción mediática y el poder con la reciente dimisión del presidente de la BBC por ocultar que ayudó al ex-ministro Boris Johnson.
En un contexto de infoxicación y polarización ha llevado a las personas a tener una creciente sensación de desinformación que los expone más fácilmente a la manipulación y al sesgo de confirmación al considerar selectivamente la información que avale sus propias creencias e ideas.
La combinación de estos factores pone al sector de los medios ante una amenaza sin precedentes en la que será muy difícil distinguir el periodismo de la información fraudulenta. Aunque la propaganda y la información siempre ha existido, en un contexto de acceso infinito a la información las noticias falsas hoy se expanden como nunca antes.
¿Toda crisis es una oportunidad? La pregunta es para quién exactamente.
Más allá de la inevitabilidad tecnológica
Sí, el internet lo ha cambiado todo, pero también ha cambiado la forma en que el internet sirve a sus usuarios. Al principio veíamos el poder del internet para democratizar el acceso a la información, conectar una comunidad global e inclusive ser plataforma de venta en la que la audiencia es el consumidor. Pero la realidad hoy en día es muy distinta.
El caso de Cambridge Analytica es sólo la punta del iceberg que muestra cómo el modelo empresarial de las compañías de datos amenaza los derechos humanos cuando no sólo se lucra con la información que se recoge de los usuarios, sino en el cómo se desarrollan perfiles con inteligencia artificial para vender predicciones y dirigir anuncios que mediante ingeniería social influyen en las creencias de las personas y cambia su comportamiento.
En este caso se explotaron los datos personales de 87 millones de usuarios de Facebook sin su consentimiento con el fin de influenciar el voto a favor del expresidente D. Trump. Y año con año se refinan estos algoritmos para recoger más información, tal como en el año 2014 con la actualización de búsqueda local y en 2015 para búsquedas desde el teléfono móvil.
Es así cómo las personas en internet son ahora el producto en sí, y no el último consumidor.
Sin regulación alguna de qué datos se recolectan y sus fines últimos comerciales, la introducción de la inteligencia artificial hasta las redacciones contribuye a la sobrecarga de información con contenidos autogenerados y potencializa la replicación del sesgo machista de los algoritmos que no sólo desfavorece a las mujeres sino a las personas racializadas o en situación de vulnerabilidad.
La gran paradoja es que el desarrollo de estas tecnologías prometía hacer el trabajo periodístico más fácil, pero ante este contexto es difícil comprender la magnitud de los desafíos cuando la precarización de la labor no sólo pone en peligro la seguridad económica, sino la integridad física de los periodistas expuestos hasta la violencia más extrema.
A la velocidad que se desarrollan estas tecnologías y el nulo conocimiento de cómo funcionan, ¿realmente sabemos hasta qué punto los usuarios y las personas profesionales en los medios somos (o hemos sido) susceptibles a la manipulación de las decisiones que tomamos tanto en nuestra vida diaria como en la vida profesional?
Los promotores de estas compañías de datos y la misma inteligencia artificial insisten en que la influencia de estas tecnologías en la sociedad dependerá de cómo las personas eligen utilizarla. Así como dentro del sector se suele decir que el camino de la innovación para sostener el periodismo de calidad es un nuevo modelo de negocios basado principalmente en suscripciones o el pago directo de quien lee las noticias.
Y así es como un problema sistémico y estructural se disuelve en la responsabilidad individual, sin cuestionar el grado de afectación que ya se vive en un mundo donde la normalidad son las guerras y los problemas de salud mundial.
¿Será que el periodismo hoy en día tiene capacidad para combatir las campañas generalizadas de desinformación? Primero el periodismo tendría que resolver el riesgo de quedar ahogado ante la excesiva información disponible; segundo ser capaz de combatir la desinformación de forma sistemática y eludir la manipulación de actores con agenda propia; y tercero proteger a las personas que en el ejercicio periodístico y de la comunicación exponen a quienes desinforman o quienes abusan del poder.
Aunado a esto, es trascendental poner en la agenda las implicaciones éticas de condicionar el periodismo y la información como bien privado y no público. Discutir, por ejemplo, desde cómo se limita ciertas informaciones ante los intereses de la economía de datos, cómo anunciantes usan datos privados para replicar campañas políticas y privadas revestidas de noticias o hasta el hecho que el usuario tiene que pagar para asegurar el consumo de información de calidad, rigurosa y verificada.
Dignificar la labor periodística y los desafíos para organizaciones como Chicas Poderosas
Son tiempos difíciles para hacer periodismo en beneficio de la sociedad y la humanidad. Aún más para quienes buscamos poner en la agenda otras narrativas e historias que cambian las lógicas extractivistas y de muerte por un mundo más justo y equitativo para todas, todos y todes los que habitamos en él.
Desde Chicas Poderosas creemos en la importancia de la diversidad de narrativas en los medios de comunicación, de crear espacios seguros para que las personas en el periodismo y la comunicación puedan florecer tanto personal como profesionalmente.
Y para esto es necesario la independencia editorial y por tanto económica para asegurar horarios, salarios y espacios dignos para ejercer la profesión.
Ante el contexto de precariedad y de múltiples tipos de violencias tanto en las calles como en lo digital, hablar de la dignificación de la labor parece más idealista que realista. Pero se puede empezar desde ahí, hablando e imaginando las formas en atacar los problemas de forma sistémica y estructural.
Hablar de cómo las compañías de datos comprometen al sector de los medios y la información privilegiando el valor del cambio sobre el valor de uso.
Denunciar la urgencia de regular el uso de la IA, de la recolección y uso de datos privados y la información para construir perfiles para poner a la venta, de poner en pauta anuncios entre noticias o anuncios que parecen noticias, bajo las garantías al respeto de los derechos humanos.
Hacer llamado a las empresas mediáticas, al Estado, organismos internacionales a garantizar la promoción del pluralismo y la independencia de los medios de comunicación en todo el mundo pero principalmente en los países con democracias más frágiles y amenazadas.
Para la organización también son tiempos críticos, nos tocará repensar nuestro modelo de negocios, pero sin que esto condicione nuestra mirada crítica y la búsqueda activa de nuevas historias, protagonistas y acciones dirigidas a construir mayor representatividad en el sector.
Tiempo de motivar a imaginarnos las formas en que la tecnología elimine la infoxicación y ayude a organizar críticamente, para no contribuir más al deterioro de la salud física y mental de los que trabajan en este sector, así como de la salud de la tierra y la humanidad.