By Lucia Canjura
En El Salvador, uno de los países más peligrosos del mundo, sufrir un aborto espontáneo puede condenarte a 30 años de cárcel. El aborto espontáneo no es provocado intencionalmente. Se da cuando un embrión muere antes de la decimosegunda semana de embarazo. Los factores que pueden producir un aborto espontáneo son variados. Pueden ser genéticos o cromosómicos del mismo feto, la exposición a toxinas ambientales, problemas hormonales o de salud de la madre – como desnutrición crónica, por ejemplo. Entonces cuando una mujer sufre un aborto espontáneo, se considera una emergencia médica.
Este es el caso de 17 jóvenes salvadoreñas, pero la saña, la ignorancia y la misoginia se mezclan con una política de estado femicida, que les ha dado sentencias y las ha enviado a prisión. Son mujeres menores de 30 años, pobres, que tuvieron problemas obstétricos durante su gestación, pero no tuvieron acceso a atención médica de calidad. Llegaron desangrándose a centros de salud y fueron denunciadas, procesadas y condenadas. Les dijeron homicidas. Las mandaron del hospital a la cárcel.
Tenían derecho a una defensa efectiva, a la presunción de inocencia. Sus abogados llegaban a los juicios sin conocer sus nombres. Violencia estatal, violencia machista institucionalizada. En abril de 2014 la asociación civil que las defiende solicitó 17 indultos, sin éxito.
Y se solicitaron indultos porque una reducción de condena no basta. Si te meten presa a los 18, por 30 años, y reducen tu condena a la mitad, salís cuando tenés 33 sin educación ni formación técnica, sin vínculos afectivos ni una red de apoyo. Regresás al entorno de pobreza y violencia de donde llegaste sin opciones, sin oportunidad de salir adelante. Pero si el estado no reconoce su responsabilidad, no podés demandar resarcimiento y tu condena es aún mayor.
Investigación de Lucía Canjura (Guatemala) y Lia Valero (Colombia), ilustraciones de Sonia Lazo (El Salvador) y animación de Mariana Santos (Portugal)
Actualmente tenemos la ventaja de la perspectiva histórica, podemos ver hacia el pasado y entender lo que está ocurriendo como un parteaguas, un punto de inflexión (hindsight is a gift). Estamos batallando por la ampliación de derechos, de manera similar como lo hicieron las mujeres que lucharon por darnos la ciudadanía, el derecho al voto. Gracias a mujeres que lucharon hoy podemos estudiar, ser propietarias de tierras, podemos decidir. Nuestras hijas y nietas van a ver para atrás, van a ver nuestra lucha y sabrán que esta fue una lucha de años, una lucha de todas, para poder decidir sobre lo más íntimo, sobre nuestro propio cuerpo. Y como decía Simone, si no se conquistan los derechos sobre nuestros propios cuerpos, la batalla política por nuestros derechos ni siquiera puede comenzar.